martes, 11 de mayo de 2010


Se encaminó con paso tambaleante y con intenciones dubitativas hacia una nada.
Nada que lo era todo y no significaba nada.
Nada. Nada sentía dentro de sí.
Nada hacia que su vida cambiara.
Nada en un bosque de aguas saladas dónde la vida no le sirve de nada.
Nada es la sensación que brota de sus entrañas e impulsa su cuerpo a emprender algo más que nada.
Nada sirve para superarse en las situaciones en lo que todo se vuelve turbio, espeso, confuso, y te llevan a no apostar por nada.
Nada es todo, pero no es nada.
Nada para mí y para él son dos cosas distintas y vacías de nada.
Nada siente. Nada ve. Nada palpa. Nada apuesta. Nada vence. Nada arriesga. Nada consigue. Nada vale. Nada es.
Nada todo.
Desembocó en un nada y percibió que nada era todo lo que un día tuvo y el viento del norte la arrebató de manera despiadada para mostrar que todo es nada y nada es todo. Para mostrar la imaginación de una niña que creció y maduró sin ser nada y por más que nada. Por lo que la vida la ofreció. TODO.

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