Según la tradición jasídica, cada uno de nosotros posee en el cielo una luz que le es propia. Por lo que, cuando un hombre y una mujer se encuentran, sus luces se encuentran también. De ese encuentro brota un resplandor nuevo que se llama Ángel. Pero la vida de ese Ángel, nacida del cara a cara de dos seres vivos, es efímera: tan sólo doce meses. Así, si al final de un año los dos seres que han provocado el nacimiento del engendrado en cada encuentro, muere si se prolonga la ausencia. Para vivir necesita que las dos fuentes de su brillo permanezcan en relación sobre la tierra.
Según la misma leyenda, el Ángel desaparecido por la larga separación de aquellos que lo han engendrado, renace si los dos seres se encuentran de nuevo y pronuncian una bendición al saludarse, invocando a Ángel que resucita a los muertos.
domingo, 13 de junio de 2010
miércoles, 2 de junio de 2010
Poema que escribí hace bastante tiempo.
Pasando hojas de mi vida
encontré un fotograma
una imagen perdida
en la nada.
Era una ocasión pintiparada
por conmiseración conmigo misma.
Mirar atrás en el tiempo
tintinear los recuerdos,
dignificar el gesto,
convertirme en la mujer pudibunda
que anhelaba ser,
a la vez que una brizna de luz
soslayaba el cuaderno de antaño
brisa impregnada de salitre acariciaba mis cabellos.
encontré un fotograma
una imagen perdida
en la nada.
Era una ocasión pintiparada
por conmiseración conmigo misma.
Mirar atrás en el tiempo
tintinear los recuerdos,
dignificar el gesto,
convertirme en la mujer pudibunda
que anhelaba ser,
a la vez que una brizna de luz
soslayaba el cuaderno de antaño
brisa impregnada de salitre acariciaba mis cabellos.
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